Bucha, Irpín, Gostómel: los nombres de estas tres pequeñas ciudades cerca de Kyiv son ahora conocidos por todo el mundo. Fue allí donde se descubrieron los primeros asesinatos masivos de ucranianos, cometidos por el ejército ruso, que desencadenó una guerra a gran escala el 24 de febrero de 2022.
Durante el mes de marzo continuaron las encarnizadas batallas por los asentamientos de Polissia de Kyiv, que los ocupantes atacaron en primer lugar. Las Fuerzas Armadas de Ucrania liberaron estos territorios a principios de abril, pero poco más de un mes de ocupación rusa resultó ser una verdadera prueba y una tragedia para los residentes locales. Se encontraron en su mayor parte incomunicados, con perspectivas inciertas de evacuación y, sobre todo, frente a un enemigo cruel que destruía sin piedad tanto la ciudad como a sus civiles.
El videógrafo y fotógrafo Oleksandr Popenko, junto a su novia, también se encontraban en Bucha al comienzo de la invasión a gran escala. Pasaron varias inquietantes semanas en la ocupación y, afortunadamente, consiguieron llegar a Kyiv. Oleksandr fotografió su experiencia y cómo la ciudad cambió en cuestión de días hasta quedar irreconocible. Consiguió conservar estas fotos. Publicamos estas fotos de Oleksandr, así como sus recuerdos sobre el comienzo de la gran guerra.
En vísperas de la invasión a gran escala, me mudé a Bucha al piso de mi novia Oksana Semenik. La primera foto que hice el 24 de febrero es la vista desde nuestro balcón en la calle Sklozavodska. Recogimos las cosas más valiosas y sellamos las ventanas con cinta adhesiva. Movimos el colchón al pasillo y pasamos la primera noche en casa, intentando dormir por turnos, pero fue en vano. Al día siguiente, nos trasladamos con todas nuestras cosas al sótano y rara vez volvíamos a casa, salvo para recoger algo o para lavarnos mientras había suministro de agua. Cada vez que volvía al piso, hacía una foto parecida, así que gracias a eso, ahora puedo recordar cuántas veces estuvimos en casa y cuándo.
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El 24 de febrero salimos a ver qué refugios antiaéreos había en nuestro barrio. La mayoría de los sótanos estaban abarrotados y poco aptos para habitar en ellos.
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Al final, encontramos un sótano aceptable en una guardería cercana. Oksana y yo nos comprometimos allí.
En los primeros días de la invasión, los comercios de la zona todavía intentaban abrir algunas veces. La vendedora abría la tienda de mascotas todos los días, al menos por unas horas e incluso hacía pequeños descuentos. Abrían por poco tiempo y enseguida se formaba una cola fuera. Hice esta foto sobre la marcha el 28 de febrero, yendo de mi casa al sótano.
A veces me hacía un selfi en el espejo para registrar mi aspecto. En dos semanas, cuando salgamos de Bucha y me suba a la báscula, marcará -10 kg de mi peso habitual.
Mientras había luz, teníamos más opciones para pasar el tiempo en el sótano: los niños se distraían coloreando y con el juego de cartas Uno. Hubo menos problemas con la comida, ya que al menos había un enchufe en el sótano y podíamos hervir agua. Además, cuando en el centro de Bucha bombardearon el supermercado Novus, las personas no indiferentes rescataron de allí los productos que quedaban y los repartieron por los sótanos.
Había muchas mascotas en el refugio, entre ellas nuestra gata Vatrushka. Oksana se llevó al refugio el libro “Toreadores de Vasyukivka”, de Vsevolod Nestayko. Yo también tenía un libro, pero no me leí ni una sola página; la mayor parte del tiempo, mientras había Internet, estaba pendiente de las noticias, como la mayoría de la gente en el sótano. Sobre Bucha había muy pocas noticias, pero incluso las que aparecían no daban una idea de qué hacer: quedarse en el refugio o intentar salir. A todo esto, las noticias sobre los atentados de los puentes no nos dejaban entender en qué dirección ir.
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Estuvimos en casa por última vez el 3 de marzo. Era una mañana relativamente tranquila, así que decidimos ir a ducharnos y comer algo normal. También íbamos a casa por la gata, para que pudiera corretear un poco, porque la mayor parte del tiempo en el sótano lo pasaba en un transportín. Preparé café y una shakshuka. Estábamos a punto de sentarnos a comer, cuando Vatrushka corrió a meterse en el transportín, algo muy poco habitual en ella. Oksana se lo tomó como una señal e inmediatamente empezamos a vestirnos para volver al sótano. Durante esos 10–15 minutos que tardamos en prepararnos e ir a la guardería, ya podíamos oír el ruido de la maquinaria pesada rusa que entraba en nuestro barrio desde el lado de la estación de tren. Se puede considerar que la gata nos salvó la vida. Este día se convirtió en el día del comienzo de la ocupación de la calle Sklozavodska.
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Lo primero que hicieron los militares rusos cuando entraron en la zona fue destruir todas las comunicaciones: el suministro de agua, la electricidad, la conexión se volvió muy deficiente. Los primeros días de su presencia en Sklozavodska, no salimos del sótano en absoluto, manteniendo la puerta cerrada por dentro. La abrimos el 6 de marzo, tres días después de que los ocupantes entraran en nuestro barrio.
La vida en el sótano cambió mucho. En cuanto la gente se atrevió a salir, todos corrieron a salvar la comida de los congeladores. Encontramos leña, trajimos una parrilla plegable e hicimos una cocina improvisada al lado del refugio. Por eso, durante unos días hubo incluso demasiada comida: había que acabarse todo lo que era perecedero. Aún teníamos reservas de agua, pero todo el mundo comprendía, ya que había que ahorrarla. En cuanto empezó a nevar, comenzamos a recolectar el agua de deshielo en los recipientes vacíos.
Prácticamente, no había señal, ocasionalmente era posible enviar un SMS o llamar por teléfono si salías del refugio y encontrabas una conexión. Oksana tenía un teléfono Android con una aplicación estándar de radio. La única emisora de radio que se escuchaba bien era Radio NV, nuestra única conexión con el mundo exterior.
Los padres de Oksana y los míos se conocieron cuando nosotros estábamos en el sótano. Oksana consiguió llamar a su madre desde el teléfono de nuestros vecinos y dictarle el número de teléfono de mi madre para que le dijera que estábamos bien. Los niños en el sótano jugaban a los médicos.
Pocas personas tenían linternas y trataban de ahorrar la batería de sus móviles. Tampoco tuvimos mucho tiempo para aprovisionarnos de velas. Así que recordamos viejas recetas de los años 90. Para mí personalmente fue todo un descubrimiento:
Para hacer una vela casera, necesitarás una patata, un cuchillo, un trozo de venda, un plato y aceite vegetal. Cortas una patata por la mitad, haces un agujero en una mitad, metes un trozo de venda dentro, lo pones en un plato con aceite y lo enciendes: funcionará como mecha. Esta construcción apesta y echa un poco de humo, pero brilla durante mucho tiempo y con bastante intensidad.
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El 7 de marzo, me atreví a salir del sótano con mis vecinos y recorrer el barrio. Entonces vi las consecuencias directas de la ocupación: una torre de agua dañada, tiendas y farmacias saqueadas y viviendas destrozadas. Nuestro apartamento tampoco se salvó: desde la calle vi un impacto directo en el balcón de nuestro dormitorio.
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El 9 de marzo saltó la noticia de que se abrían “corredores verdes” y de que en Irpín se podía pasar por un puente cerca del pueblo de Romanivka. Ese día, empezaron a salir las primeras personas de Bucha. Estuvimos en vilo todo el tiempo sin saber si debíamos intentarlo. Pasamos todo el día así.
CORREDOR HUMANITARIO O "VERDE"
Zona temporalmente desmilitarizada y destinada al tránsito de ayuda humanitaria a una región en crisis y/o refugiados de la misma.La mañana del 10 de marzo, nos dimos cuenta de que no habría otra oportunidad: decenas de personas empezaron a reunirse cerca de las casas vecinas, dispuestas a abandonar a pie la Bucha ocupada. Si hubiéramos esperado más, lo más probable es que al día siguiente ya no hubiera nadie con quien salir. Y era demasiado peligroso hacerlo en grupos pequeños. Una columna de gente se reunió al lado de la casa vecina y, con la gata en la mano, nos dirigimos por la calle Yablunska hacia Irpín. Allí, en el puesto de control, los militares rusos nos hicieron dar la vuelta.
Terminamos yendo en otra dirección: hacia los pueblos de Zabuchchya y Dmytrivka. Cerca de la antigua cantera, en el cruce, nos unimos a un convoy de automóviles. Recuerdo bien el coche con el maletero arrugado y el cristal roto en la puerta del conductor, que fotografié en la calle Sklozavodska; aquel día lo vi en el convoy. De camino a la autopista de Zhytómyr, pasamos por 5 puestos de control rusos. De milagro no nos revisaron. No tengo muchas fotos de aquel día porque era demasiado peligroso hacerlas. Sin embargo, aún me quedan algunas: la primera, con destrucciones, me atreví a hacer ya en el pueblo de Stoyanka. Vimos muchos vehículos civiles quemados. El “Megamarket” en la carretera de Zhytómyr ya había sido incendiado, y recuerdo bien su aspecto: un letrero amarillo brillante sobre un edificio completamente negro calcinado.
Allí, por fin, conseguí pillar señal y vi un montón de llamadas perdidas de nuestra amiga, la directora Anna Tsygyma. Llevaba días filmando el puente de Romanivka y nos buscaba allí. Nos dimos cuenta de que el convoy se dirigía hacia Bilohorodka y acordamos reunirnos allí. En total, recorrimos 22 km a pie y pasamos el primer puesto de control ucraniano cerca de Horenychi; eran los primeros soldados de las Fuerzas Armadas de Ucrania que vimos desde el comienzo de la invasión. Y probablemente fue la primera vez que pude sentir algo desde el 24 de febrero y casi rompí a llorar por primera vez. Anna nos recogió en Horenychi, ahorrándonos unos 7 km de caminata. Tal vez aún no pueda describir nuestras sensaciones sobre la comida caliente, ducha cálida y la cama blanda.
Lo primero que hice al día siguiente fue revisar todo el equipo que pude llevarme. Me puse en contacto con mi amigo y compañero que había ido a servir en los primeros días y le preparé una bolsa con mi dron y dos discos duros.
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Pudimos entrar en el apartamento de Bucha a finales de abril. Tuvimos suerte: aunque el proyectil alcanzó la vivienda, no se produjo ningún incendio. Además, aunque nuestra casa fue saqueada, fue mínimamente: se llevaron el alcohol y algunos aparatos electrónicos, y parte de los electrodomésticos estaban metidos en una bolsa y cubiertos con una manta; obviamente, los saqueadores pensaban volver a por ellos. También sobrevivió mi colección de libros de fotos y de arte, muy preciada para mí, pero de la que no pude llevarme ningún libro cuando nos evacuamos. También sobrevivió el disco duro, el único que no saqué porque pesaba demasiado. El 24 de febrero pude copiar de él los archivos más valiosos, pero todos los archivos originales permanecían en él. Era un disco duro con un archivo de todo lo que rodé para Mystetskyi Arsenal desde el 2017 hasta el 2022. Por suerte, en aquel momento se me ocurrió quitarlo de la mesa y guardarlo en un cajón.
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El 5 de agosto, Oksana y yo nos casamos.
Foto: Andriy Boyko