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La dependencia europea del gas ruso tiene su origen en el siglo pasado, y a día de hoy es el arma de la Federación Rusa en la guerra contra Ucrania. Nord Stream 2 es un gasoducto que recorre el suelo marino del mar Báltico, que se construyó para suministrar gas a Europa eludiendo el territorio de Ucrania y otros países de Europa del Este. De este modo, la Federación Rusa se asegura un mercado para su gas, al mismo tiempo que ejerce presión sobre los países europeos que apoyan a Ucrania.

En este material analizaremos cómo la seguridad de Ucrania depende del destino de Nord Stream 2.

Los enfrentamientos armados de la guerra ruso-ucraniana se libran exclusivamente en territorio ucraniano. Sin embargo, otros frentes, como el mediático o político, se extienden muchos más allá de las fronteras de Ucrania. Europa también se ha visto arrastrada a la guerra a gran escala y se opone al agresor en los frentes económico y político. Uno de los campos de batalla es la cuestión del gas, que Rusia utiliza para chantajear a los países europeos y desestabilizar la política de estos.

Desde los años 70 del siglo XX, Europa ha estado comprando gas a la Unión Soviética y posteriormente a Rusia, siendo este en 2022 un 40% del gas que adquiría Europa. A día de hoy, existen varios gasoductos desde los yacimientos siberianos: en el norte y sur de Europa, bajo los mares Báltico y Negro, y en el centro, a través de los territorios continentales de los países de Europa del Este. Una de las etapas de la puesta en marcha del proyecto energético europeo fue la construcción del gasoducto Nord Stream (en adelante “NS”) primera y segunda fases del gasoducto bajo el mar Báltico entre Rusia y Alemania (por comodidad, se denominan Nord Stream 1 y Nord Stream 2).

La construcción del NS2, que comenzó en 2011, fue criticada por aumentar la influencia rusa en la región y por circunvalar deliberadamente el territorio ucraniano en la construcción del gasoducto. Esto último permite a Rusia no cortar el suministro de gas a los países de Europa Oriental mientras sigue “alimentando” a Europa Occidental.

En 2022, Gazprom, el mayor productor y exportador de gas natural licuado de la Federación Rusa, cortó el suministro de gas a Europa incumpliendo los contratos con los países compradores, utilizando diversos pretextos para culpar a otras partes del acuerdo. Es importante entender que las acciones de Rusia tienen una base política y no económica, y que el Kremlin utiliza el gas como arma para presionar y manipular a varios países. Este comportamiento de la Federación Rusa se describe con el término “weaponizing gas” (del inglés: armamentismo del gas). En esta historia, el NS2 juega un papel primordial, al ser la palanca de la influencia rusa en Europa.

Como Europa se “enganchó” al gas ruso

El primer contrato para el suministro de gas desde la URSS a Europa se firmó en el año 1968 con Austria. A cambio del gas siberiano, esta última suministró a la Unión Soviética tuberías de gas y concedió préstamos para su construcción. Más tarde, Alemania firmó un contrato similar dentro del mecanismo “tuberías en cambio de gas”. Así se estrecharon los lazos entre Alemania y la Unión Soviética y, más tarde, con Rusia, sucesora directa de la URSS. Así surgió un amplio sistema europeo de suministro de gas conectado a los yacimientos siberianos. Con el tiempo, este entramado sistema circulatorio de gas fue clave en algunos países. Por ejemplo, en países de la Unión Europea, como Macedonia del Norte, Bosnia y Herzegovina o Moldavia, la cuota de gas importado de Rusia era del 100% en 2020.

Sin embargo, entre los países líderes de la economía de la UE, Alemania lideraba como principal consumidor de gas ruso en aquel momento. Uno de los factores que contribuyeron a su elevada dependencia de este carburante fue la política de abandono de la energía nuclear y de construcción de nuevas centrales nucleares (a pesar de la crisis energética mundial), que cobró impulso tras el accidente de Fukushima. Si en 2011, Alemania tenía 17 reactores nucleares activos, ahora solo funcionan 3 en la federación (estaba previsto que se desmantelaran a finales de 2022, pero después se decidió prorrogar su funcionamiento).

Accidente en la central nuclear de Fukushima
El 11 de marzo de 2011, un fuerte terremoto sacudió Japón y provocó un tsunami. Como consecuencia, se produjo un accidente en la central nuclear de Fukushima Daiichi, considerada la peor catástrofe nuclear desde la explosión de Chornóbil (26 de abril de 1986).

Los alemanes han llamado a este curso “Energiwenda” (del alemán: transformación energética) — una transición hacia las energías renovables en la economía, el recorte gradual de la energía nuclear y el alejamiento de los combustibles fósiles. Esta decisión debería crear un futuro energético sostenible para el país, sin embargo, la otra cara de la moneda es la dependencia de Alemania de la importación de combustible.

Actualmente, Alemania depende en un 95% de la importación de gas. Este recurso natural también se suministra desde Noruega y los Países Bajos, pero la proporción de gas ruso es la mayor: en mayo de 2022, representaba casi la mitad de las importaciones (46%).

Tras la firma del primer contrato de gas entre Europa y la Unión Soviética, empezó a aumentar el número de gasoductos en Occidente. El primer gasoducto siberiano en Europa fue el llamado “Hermandad” (construido en los años 60-80 del siglo pasado), que atraviesa Ucrania, Eslovaquia y la República Checa y, tras ramificarse, llega a otros países europeos, como Italia, Francia y Alemania.

Con el tiempo se construyeron los gasoductos Yamal-Europa (terminado en 1999), que atraviesa Bielorrusia y Polonia, y el Blue Stream (construido en 2001), que suministra gas a Turquía por debajo del mar Negro.

Desde 2012 entró en funcionamiento un nuevo gasoducto, Nord Stream 1, que debía suministrar gas directamente de la Federación Rusa a Alemania a través del mar Báltico, aumentando así significativamente el volumen del recurso. Este proyecto era económicamente menos rentable que la decisión alternativa de construir otra línea continental paralela al gasoducto Hermandad ya existente. Pero el beneficio del NS1 para Rusia era otro: le permitía suministrar gas a los países occidentales sin pasar por Europa del Este.

Así, tras la puesta en marcha del NS1, en 2010 se iniciaron las obras del NS2, un gasoducto que discurre en paralelo a la línea anterior y duplica totalmente la capacidad de las líneas terrestres ucraniana y bielorrusa. Tras el anuncio del proyecto, la comunidad mundial planteó la siguiente pregunta: “¿Cuál es la verdadera razón y necesidad de la construcción del NS2?”.

Y aquí los países se dividieron en dos bandos.

Alemania y Francia señalaron que el nuevo gasoducto era importante para garantizar el suministro energético, dado el aumento de los precios del gas y el riesgo de inviernos fríos. EE. UU. y algunos países europeos, entre ellos Ucrania, se opusieron a la construcción del NS2, al aumentar así la dependencia europea de Rusia.

Debido al tránsito de gas a través de su territorio, Ucrania recibió considerables ingresos para el presupuesto estatal: en 2020, ascendieron al 2% de su PIB. Además, desde 2015, Ucrania no compra gas a Rusia, adquiriendo este, en dirección inversa, desde los países europeos. De este modo, Ucrania rompió las relaciones gasísticas con el país agresor y cortó la influencia crítica de la Federación Rusa en el sistema energético del país. Aun así, Ucrania sigue dependiendo del funcionamiento estable del mercado europeo del gas.

A pesar de todo, el tránsito de gas para Ucrania es una cuestión de seguridad: cuando las materias primas se suministraban a través del territorio ucraniano, tanto Europa como Rusia eran garantes de la seguridad del país. En la práctica, esto reducía la probabilidad de una guerra rusa a gran escala en Ucrania. Tal como ha mostrado la realidad, la transición del suministro de gas al gasoducto NS1, ha hecho realidad la posibilidad de una invasión.

Finalmente, en noviembre de 2022, el ministro Federal de Justicia de Alemania, Marco Buschmann, reconoció que su apoyo al proyecto NS2 tras la ocupación rusa de Crimea parece hoy la contribución de Alemania a la guerra a gran escala de Rusia contra Ucrania.

Sin embargo, todos los años se ha planteado la cuestión de la escasez de gas en Europa, y Rusia siempre ha mantenido la posición de proveedor con recursos suficientes. Además, siempre dispuesta a suministrar todo el gas que fuese necesario a través del gasoducto NS2.

Según el plan de construcción inicial, NS2 tenía que ser puesto en marcha a principios de 2020, pero el proyecto sufría paradas periódicas debido a las sanciones de EE. UU. (contra la agresión armada de Rusia en Ucrania desde 2014, y el reconocimiento de las llamadas Repúblicas Populares de Donetsk y Lugansk) y al incumplimiento de la normativa de la UE. En mayo de 2021, el proyecto de construcción se había completado en un 94–95% cuando EE. UU. acordó con Alemania suavizar las sanciones contra NS2. El endurecimiento de las últimas sanciones en otoño del mismo año ya no podían impedir la finalización del gasoducto.

Así, a finales de 2021, el NS2 estaba listo para su apertura. Sólo quedaba pasar por el proceso normativo alemán.

NS2: ¿un proyecto económico o geopolítico?

Como suele ocurrir, es tanto lo uno como lo otro. Rusia está interesada en vender sus recursos fósiles, que representan una parte importante de la economía del país (14% en el 2019). El NS2 permite suministrar gas directamente a Alemania, evitando los países del Este de Europa y ahorrando en el tránsito.

Por otro lado, cuanto mayor sea la proporción de gas ruso consumido por Europa, más dependerán los países europeos de las decisiones de Moscú. En otras palabras, la Federación Rusa utiliza el gas como medio de presión y manipulación. Así, en mayo de este año, Serbia firmó un contrato de tres años con Rusia para obtener gas a bajo precio, mientras que otros países europeos fueron desconectados del suministro de gas de los yacimientos siberianos en agosto.

Esta insidiosa política funcionó con los países del bloque soviético en los tiempos de la URSS, pero incluso tras su colapso, Rusia continuó haciendo lo mismo con sus compradores en Occidente. En 1992, la Federación Rusa dejó de suministrar gas a Letonia y Estonia cuando estas últimas abogaban por su independencia, y en 1998 cortó el suministro de gas a Lituania, la cual empezó a buscar proveedores alternativos de gas.

Ni siquiera los contratos de larga duración pueden garantizar que Rusia no modifique las condiciones de suministro de gas. El año 2022 es un buen ejemplo. Desde el comienzo de la invasión a gran escala de Ucrania por parte de Rusia y la imposición de las sanciones europeas, Gazprom ha reducido el suministro de gas a Occidente: en junio, a más de la mitad; en julio, detuvo y reanudó el suministro, y a finales de agosto, cerró definitivamente el gasoducto NS1.

De esta manera, en junio de 2022, la capacidad de paso del gasoducto NS1 se redujo hasta un 40% respecto a las condiciones nominales. Gazprom lo explicó diciendo que Canadá no había devuelto a Rusia las turbinas necesarias para el funcionamiento del gasoducto. A pesar de las reclamaciones de Ucrania, Canadá decidió devolver las turbinas a Rusia a través de Alemania, lo que, sin embargo, no cambió la decisión de Rusia de cortar el suministro de gas a través del gasoducto NS1.

En septiembre, Putin afirmaba que la Federación Rusa estaba dispuesta a “congelar Europa”, es decir, detener por completo el suministro de gas, petróleo y fuel a Occidente. Sin embargo, desde el comienzo de la invasión a gran escala, la UE se ha encaminado a reducir sus importaciones de recursos energéticos naturales procedentes de Rusia: si a principios de año recibía de Rusia el 40% de su gas, en septiembre la cifra había descendido al 9%. En verano, el Parlamento Europeo instó a los países miembros de la UE a reducir voluntariamente el consumo de gas en un 15%.

Finalmente, los países empezaron a llenar sus instalaciones de almacenamiento de gas con previsiones para el invierno. En octubre, el nivel medio de almacenamiento entre los países de la UE fue del 92%, superior al mínimo recomendado del 85%. De este modo, Europa consiguió preparar sus reservas energéticas para el periodo invernal de 2022–2023, pero la cuestión del suministro de gas en el futuro sigue abierta.

No obstante, en el espacio informativo no dejaban de aparecer suposiciones de que la culpa del encarecimiento de la calefacción es de los ucranianos, que supuestamente tuvieron que ceder sus territorios para poner fin a la guerra y que todo volviera a ser como antes. Este es exactamente el tipo de narrativa que Rusia quiere, ya que distrae de reconocer los hechos reales: Rusia ha atacado a Ucrania, y Ucrania no está luchando porque sí, sino que está defendiendo a su país y a su pueblo. Al fin y al cabo, el mundo civilizado entiende que los defensores ucranianos velan ahora por la seguridad de toda Europa, por lo que el difícil invierno es responsabilidad exclusiva de Rusia.

La irresuelta lucha energética entre Rusia y Europa vuelve a poner sobre la mesa la cuestión del Nord Stream, especialmente con la explosión del gasoducto a finales de septiembre de 2022. Se produjeron varias explosiones en ambas líneas, que dañaron las tuberías y provocaron fugas de gas al mar Báltico. En aquel momento, Rusia no suministraba gas a Europa porque había interrumpido el flujo por “razones técnicas”, pero en las tuberías se encontraba combustible técnico.

Los culpables no han sido identificados. El incidente se califica oficialmente como sabotaje internacional. Sin embargo, Ucrania y Polonia culpan a Rusia, la cual por su parte sitúa a EE. UU. como el responsable, alimentando tradicionalmente el mito de un Occidente hostil.

Desde septiembre de 2022, Gazprom cortó definitivamente el suministro de gas a Europa a través de Nord Stream. Al parecer, previendo que Rusia podría plantear tal “escenario gasístico”, los países europeos consiguieron llenar sus reservas para el invierno y aumentando las importaciones de otros países, entre ellos EE. UU. y Gran Bretaña. Pero en octubre, la cuestión del NS2 volvió a plantearse cuando Rusia confirmó que parte de la segunda línea seguía operativa y que era posible el suministro de gas a Europa.

Dada la constante necesidad de Europa de importar gas, surge la pregunta: ¿decidirán los países de la UE volver al acuerdo con Rusia y recibir gas a través del NS2? Esta cuestión sigue abierta, y junto con ella el peligro de la integridad territorial y la economía de Ucrania.

La historia demuestra que la Federación Rusa utiliza sus reservas de combustibles como una palanca de influencia política y arma contra los “compradores desleales”. A pesar de cualquier acuerdo, Rusia decide unilateralmente quién y cómo recibirá las materias primas. Por ello, NS2 es un proyecto que no debe tener futuro.

Si los países europeos continúan comprando gas a Rusia, inevitablemente transigirán con la política terrorista rusa en aras de un recurso necesario, y así financiarán la agresión de Rusia en Ucrania, además de fortalecer su “cuasimonopolio” sobre el susodicho recurso. La única forma de salir de la presión gasística de Rusia es interrumpir por completo las “relaciones gasísticas” con el país terrorista y buscar socios alternativos para el suministro de gas. Y la independencia europea de Rusia significa apoyar a Ucrania en su lucha por su existencia e independencia.

El material ha sido preparado por

Fundador de Ukraїner:

Bogdán Logvynenko

Autora:

María Petrenko

Jefa de redacción en ucraniano:

Anna Yabluchna

Editorial:

Kateryna Legká

Editor de fotos:

Yurii Stefanyak

Administradora de contenido:

Yana Rusyna

Traducción:

Andriy Borshchak

Edición de la traducción,

Jefa de redacción en español:

Svitlana Kazakova

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