Voces de la ocupación es una serie de historias sobre los ucranianos que vivieron bajo la ocupación rusa y lograron salir. Nuestra siguiente heroína es Hanna, una maestra de Melitópol, que asistía todos los días a las manifestaciones en la ciudad ocupada.
Hanna But es profesora de alemán en el Liceo Agrario Profesional de Melitópol. Recibió varios premios por su posición civil activa y su contribución al campo de la educación. Durante la guerra a gran escala en Ucrania, la mujer y su hija participaron en las acciones de resistencia en Melitópol, donde caminaron por la ciudad con carteles que decían «Melitópol es nuestro hogar», cantaron el himno nacional y colgaron cintas azules y amarillas en los lugares públicos.
El 9 de mayo, Hanna se mudó a Dubno, en Volinia. Allí se unió a las actividades del centro de voluntarios «Teneta» y ayuda a tejer redes de camuflaje para el ejército ucraniano.
— Trabajo por el bien de nuestro país, porque no puedo hacer otra cosa, porque nací con esto. Voy allí para no estar sola en casa, para preservar mi salud mental hasta el final de la guerra, porque todavía me quedan diez años para jubilarme, tengo que trabajar. Hago esto porque, en primer lugar, esto es algo muy importante, porque la vida humana no tiene precio. Y en segundo lugar, conozco el precio del equipo, las armas y las municiones, todo lo relacionado con el ejército.
La vida en mudanzas
Hanna nació en la ciudad de Putyla en Bucovina. «Es donde las trembitas (instrumento de viento tradicional. — Ed.) suenan. Es donde Olga Kobylyanska vivió. Es donde Yuriy Fedkovych nació. Soy una hutsulka», dice la mujer orgullosa de sus raíces. Pero así era su destino, después de graduarse en el internado de Chernivtsí, siendo una niña todavía, entró en un instituto pedagógico en el este de Ucrania. Este período, la mujer recuerda sin ganas. Dice que sufrió acoso constante por hablar ucraniano y por su posición civil: tuvo y chicle en el pelo, y salsa en la cabeza.
Esto motivó a Hanna a dar un paso desesperado: sin informar a nadie de sus intenciones, se escapó de la escuela y se fue del este de Ucrania al sur, a las afueras de Jersón, a buscar a su madre, porque de esta zona le mandaban paquetes una vez al año. Allí se graduó en el liceo agrario con la especialidad de tractorista. Los profesores enviaron a Hanna a la Universidad Pedagógica Estatal de Melitópol; desde entonces se instaló allí.
— En 2001, empecé a trabajar en una escuela nocturna de alemán. Pero la escuela nocturna y un niño pequeño no son muy muy compatibles. Luego me trasladé al liceo agrícola, ya trabajo allí durante 20 años. Enseñé alemán, biología, ecología y cultura artística. Y los últimos dos años también educación cívica, porque generalmente es un tema que combina bien con mi posición. En cuanto a las actividades cívicas, la concientización y demás, eso es algo que puedo hacer. Puedo enseñar a los niños pequeños a amar su tierra. Érase una vez el Principito (el personaje de la obra del escritor francés Antoine de Saint-Exupéry. — Ed.) contaba que necesitas observar el mundo, mirar a cada ser vivo, eso es lo que hago con mis alumnos.
Educación civil
Un curso integrado introducido para estudiantes de secundaria en 2018. Allí se tratan los temas de derechos humanos, estado de derecho, inclusión, sociedad civil, democracia, etc.El marido de Hanna le presentó a Melitópol: tanto el río local, Molochna, como el lago Garyachka. La familia vivió cerca de estos lugares de descanso durante 25 años.
— Todos los domingos íbamos al río a descansar. Y después de la iglesia, íbamos a ver los caballos en la escuela ecuestre «Alyur». Me encanta comunicarme con ellos. Sus caras de terciopelo… Sus ojazos tan hermosos…
«¿Quién necesita ese Melitópol?» El comienzo de la invasión
Hanna But recuerda: cuando su hija le dijo que tenía que hacer una maleta de emergencia, se rió.
— Le dije: «Kristina, sólo vamos a molestar a los militares con esa maleta de emergencia. Las Fuerzas Armadas están aquí, cerca, todo estará bien». No sabía que la ciudad se quedaría a solas con los ocupantes.
Tras la muerte de su marido, Hanna sufre de insomnio. Cuando se despierta temprano por la mañana, simplemente comienza a trabajar. Y el 24 de febrero, recuerda, fue lo mismo. La mujer comenzó a prepararse para el trabajo. Las flechas del reloj marcaban las siete y media. Por el camino se encontró con un vecino que le preguntó: «¿Adónde vas? Allí el aeródromo está en llamas».
— Lo miré de reojo, pensé qué tonterías está diciendo. Y me fui a trabajar. Vine y escribí Vierundzwanzigsten Februar (24 de febrero — Ed.) en la pizarra antes de la clase de alemán. Después escuché mucho ruido. Tenemos una residencia cerca, y escuché desde allí: «¡Guerra! ¡Guerra!». Salí y todos estaban allí con bolsas. Rápidamente busqué en Google lo que está sucediendo en Melitópol: leí «guerra» en todas partes. Pensé, ¿ y quién necesita ese Melitópol?
Las tropas rusas entraron en la ciudad el 24 de febrero. El 25, ya había una batalla en el centro de Melitópol.
— Mi hija inmediatamente comenzó a poner cinta adhesiva en las ventanas. A mí me hacía gracia y ella me gritaba. Yo digo: «Kristina, ¿pero qué guerra? El mundo entero está con nosotros aquí mismo. Tendrán miedo de atacarnos». Yo no pensaba ir a ninguna parte. Me parecía que era por un rato, que pasaría rápido, y me iría a mi liceo. Pero cuando la televisión y la radio ucranianas desaparecieron (y todo se volvió ruso), ya entendí que esto era un problema.
Oraciones y acciones contra el equipo militar
Las acciones de resistencia en Melitópol comenzaron el 28 de febrero. Un profesor-historiador llamó a Hanna y la invitó a una oración interreligiosa, que se llevaría a cabo cerca del monumento a Shevchenko (en la Plaza de la Victoria. — Ed.). La gente se reunió allí, sosteniendo el cartel «Melitópol es nuestro hogar» y rezando. Los participantes de la acción acordaron reunirse en esta plaza todos los días hasta la victoria a las doce en punto.
— Así que salíamos todos los días. Nuestra tarea era inspirar Melitópol. Recorríamos diferentes rincones de la ciudad y gritábamos «Melitópol es Ucrania», «Ucrania ante todo», parábamos en casi todas las manzanas y cantábamos el himno nacional. En una de las fincas, la gente sacó unos grandes altavoces desde los que sonaba el himno. Y la gente lloraba porque era muy conmovedor. Y los rusos nos seguían, y les gritábamos «ocupantes». Hubo muchos insultos, porque no se puede tratar con ellos de otra manera. Pero había cierta incomprensibilidad salvaje en los ojos de los ocupantes, no entendían lo que estaba pasando. Los militares rusos «vinieron a liberarnos», y aquí les decimos: «ocupantes, váyanse a casa». Era simplemente increíble ver su confusión.
La hija de Hanna trató de grabar directos durante las acciones para que la gente pudiera ver lo que estaba pasando en Melitópol. Cuando el alcalde de la ciudad fue secuestrado (esto sucedió el 11 de marzo. — Ed.), la gente de Melitópol decidió que igualmente continuaría con sus acciones.
– Una vez salimos a la plaza, y todo allí estaba lleno de invasores, nunca había visto tantos soldados en mi vida. E incluso ahora, cuando cierro los ojos, veo cañones antitanques, ametralladoras y otros equipos militares. Acordamos que la próxima vez nos reuniremos en otro lugar, no en la plaza central, sino cerca del tanque en el Cementerio Bratsky. Y lo mismo nos esperaba ese día: teníamos ya la impresión de que los ocupantes sabían nuestros planes de antemano. Y allí nos dispersaron.
Durante aquella acción de resistencia, uno de los participantes fue arrojado a un autozak (un vehículo para el transporte de sospechosos y acusados. — Ed.). Al mismo tiempo, un soldado ruso golpeó a Hanna en su mano con una ametralladora mientras sostenía a su hija; la mano se hinchó instantáneamente. Y a Kristina uno de los rusos le pisó el pie, después de lo cual tuvo un ataque de pánico.
— Los ocupantes nos apuntaban constantemente con armas, drones y equipos. Nos dispersaron nuevamente a mediados de marzo. Llegamos y, como siempre, la plaza estaba toda llena de ocupantes. Y habían autozaks que se prepararon para aquellos que «no querían quedarse en casa»: fueron atrapados e inmediatamente arrojados al automóvil, sin más preguntas. No golpearon a las mujeres, tiraron los teléfonos por la ventana y eso fue todo. Y a los hombres les rompieron las costillas y les golpearon en los dientes. Es decir, los rusos son terroristas. Y decidimos que ya no es posible organizar tales acciones, y simplemente iremos a rezar.
No se puede soportar, toca irse
Hanna decidió dejar la temporalmente ocupada Melitópol porque su hija la persuadió. Tolerar la ocupación en algún momento se volvió imposible:
— Guardé un trozo de hilo amarillo como recuerdo para toda mi vida. Siempre está conmigo en mi bolsillo. Me paraba de espaldas en los supermercados y ataba cintas azules y amarillas en todas partes donde podía: en una red, en alguna cesta, en el mango de la nevera. Pero luego solo nos quedó hilo amarillo, ya no teníamos nada azul-amarillo.
Kristina se puso en contacto con una organización de voluntarios y los chicos la sacaron a ella y a Hanna de Melitópol. Condujeron durante 30 horas.
— Lo más aterrador fue darse cuenta de que (la guerra. — Ed.) realmente sucedió. […] Y yo a partir del momento cuando Putin dijo que Ucrania como país no existe, no uso el idioma ruso. Ni siquiera lo tengo en mi teléfono, ni tampoco música en ruso.
Hanna aconseja no entrar en contacto con los ocupantes, ni siquiera escucharlos. Lo único que saben hacer es mentir, diciendo: «Somos tan buenos, vinimos a liberaros, vinimos a hacer un futuro feliz aquí», y así sucesivamente. En eso no se puede creer, enfatiza la mujer.
— Sé que venceremos porque todo el pueblo lo quiere. Debido a que hemos estado sufriendo por estos rusos durante tanto tiempo, 300-500 años, el Señor ya nos ha prestado atención. Todos los colaboradores, los separatistas deben trabajar en Solovki, en Siberia, en la taiga, en las ciudades de donde vinieron.
Hanna ama a su patria con todo su corazón. Para ella, Ucrania es toda la gente que la rodea, es fe y son las canciones ucranianas.
— ¿Cómo se puede no amar a Ucrania si yo soy ucraniana? No entiendo cómo se puede no amar a este país.