Share this...
Facebook
Twitter

Antes de que los tanques enemigos entren en el país, los países agresores “pasan por encima” de la cultura: plantan la suya y reprimen la que domina el territorio. Metiendo las narrativas deseadas en el campo cultural, forman condiciones favorables para llevar a cabo una guerra híbrida. Los invasores cuentan con que, gracias a la lealtad a su cultura, tengan carta blanca en el territorio de otros países. La Federación Rusa lleva años trabajando según este guion, expropiando a las figuras culturales ucranianas, colocando monumentos a sus líderes y promoviendo de todas las formas posibles su contenido de baja calidad en el espacio informativo. Frases como “no es el momento para la cultura” o “¿qué tiene que ver Pushkin?” en tales circunstancias, se convierten en narrativas perjudiciales que ponen en peligro la seguridad nacional de Ucrania.

“La red de camuflaje de armas rusas” es un proyecto multimedia sobre la importancia de la cancelación de la cultura rusa en el marco de la invasión rusa a gran escala de Ucrania. Junto con nuestros socios, Lviv Media Forum (LMF) y House of Europe, vamos a averiguar cómo la cultura rusa contribuye en la guerra y por qué es importante boicotearla.

— Ahora no vamos a tener nada ruso. Nada, — dice con lágrimas en los ojos una profesora de ucraniano y ruso de una escuela de Járkiv. A principios de junio, los militares rusos bombardearon este centro educativo con misiles.

Desde hace varios meses, el centro educativo se encuentra en un estado semidestruido: los libros están desparramados por el suelo, los pupitres están volcados, pero en las paredes siguen colgados varios tablones de anuncios. En una de las aulas encima de la pizarra sigue colgado el retrato de Vladimir Dal, un lexicógrafo danés-alemán de Lugansk, que estructuró uno de los mayores diccionarios de la lengua rusa. Por cierto, trabajó bajo el pseudónimo de Kozak Luganskiy, pero a mitades del siglo XIX no pudo publicar el diccionario ucraniano, que había recopilado.

*
Se ha conservado la ortografía del autor de los nombres y apellidos rusos.

Y a continuación una cita del escritor ruso Maksim Gorkiy: “Amad el libro, os hará la vida más fácil. Os enseñará a respetar al ser humano y a vosotros mismos, llena la mente y el corazón con un sentimiento de amor hacia el mundo, hacia la persona”.

Hace doce años, en 2010, justo en esta escuela en Saltivka abrieron el único museo en Ucrania dedicado al poeta ruso Sergey Yesenin. En aquel momento, los ciudadanos locales se sintieron orgullosos y felices por la inauguración, sin sospechar que 12 años después precisamente un misil ruso dañará el edificio.

Saltivka del norte
Una de las zonas residenciales más densamente pobladas de Járkiv, construida en los años 80. El ejército ruso destruyó más del 70% de sus edificios, en el momento de la publicación del material los bombardeos continúan.
Share this...
Facebook
Twitter
Share this...
Facebook
Twitter

El apetito imperial de Rusia se remonta a la época del Principado de Moscú. Cuando Pedro I llegó al poder, normalizó la práctica de la conquista de otros estados para ampliar los territorios de su país. Sin embargo, la invasión de tierras no fue suficiente, ya que los moscovitas expropiaron la historia de la Rus de Kyiv e iniciaron el acercamiento a Europa.

El deseo de Pedro I de integrar el imperio ruso en el contexto europeo fue la razón por la que, a principios del siglo XVIII, inició una serie de reformas para convertir el país asiático en una joven monarquía europea. Pedro I estudió en Europa y fue un gran admirador del mundo occidental. Para legitimar el imperio, era necesario crear una justificación histórica de la europeidad de Moscovia y demostrar la unión civilizada con los países del Occidente. Precisamente en aquel entonces fue aprobada la decisión de rebautizar el Zarato de Moscú en el Imperio Ruso, con una mayor expansión de sus territorios gracias a la conquista de los estados vecinos.

La dualidad de la cultura rusa, cuando los rusos, por un lado, se declaran europeos y, por otro lado, muestran una típica asiaticidad, se ha convertido en el mismo “misterio del alma rusa” que atraía al mundo occidental durante siglos. Este interés no ha desaparecido hasta ahora, porque la Rusia zarista aplicó durante muchos años una poderosa política de influencia blanda en otros países. Por lo tanto, muchos europeos, incluso viendo las consecuencias de la guerra a gran escala en 2022, todavía no entienden (o no quieren entender) por qué es necesario cancelar la cultura rusa. “Todo esto es la guerra de Putin”, dicen, “¿qué tiene que ver el arte con esto?”

El historiador ucraniano Yaroslav Hrytsak dice que algunos de sus compañeros extranjeros, personas educadas y progresivas, empezaron a apoyar a Rusia precisamente por la cultura:

— Al comienzo de la guerra a gran escala, el primer o segundo día, recibí una carta de un profesor de alto nivel al que le debo mucho, que es un hombre muy amable. Se interesó en la cultura rusa porque una vez escuchó a Tchaikovsky. En esta carta estaba escrito: “Espero que Putin os conquiste muy pronto y todo vaya bien”. Lo dijo con sinceridad, sin malicia. No tiene la sensación de que la cultura rusa sea algo malo.

Hablamos con el profesor Yaroslav Hrytsak en Lviv, cuyas calles desde el 24 de febrero del 2022 ven regularmente las procesiones fúnebres de los soldados ucranianos caídos. Las terrazas de verano de las cafeterías están llenas de vida y conversaciones, pero a la vuelta de la esquina te cruzas a personas con ropa oscura, se oyen leves sollozos. Los pasantes se paran, sin atreverse a romper el triste silencio. Los militares con el uniforme ucraniano llevan dos ataúdes: todos los presentes se ponen de rodillas, recibiendo a los que dieron su vida en esta guerra, que comenzó hace 8 años en 2014. Y ahora, Vladyslav Leonenko, de 22 años, y Anton Gavrylov, de 33, emprenden su último viaje. ¿Es la cultura rusa responsable de estas muertes? Es poco probable que alguno de los presentes piense ahora en ello.

También cada semana en la capital se entierra a los guerreros ucranianos fallecidos. Tras la Revolución de la Dignidad, la Plaza de San Miguel en Kyiv se convirtió en un lugar de duelo y lucha. Entonces, en noviembre de 2013, el Monasterio de San Miguel de las Cúpulas Doradas fue un refugio para los manifestantes de la capital, que permanecían ahí tanto de día como de noche. Y tras otro intento de dispersar por la fuerza a los manifestantes, por primera vez en ocho siglos en el templo tocaron las campanas.

Hoy, colocados en las paredes del complejo del templo, los retratos de los héroes de la Centena Celestial nos recuerdan aquellos acontecimientos. Ahora se les unen las fotos de los defensores de Ucrania que murieron en la guerra a gran escala de 2022. Por un momento, puede parecer que ahora todos ellos miran al equipo ruso destruido, colocado cerca de la Plaza de San Miguel, como prueba física de la invasión del ejército ruso y sus crímenes.

— Da la sensación de que veían a los niños y disparaban a propósito, — dice una joven a su pareja al observar uno de los objetos expuestos; un automóvil lleno de agujeros de balas con una gran inscripción “Niños”.

El coche llama la atención, ya que contrasta con el equipo militar ruso quemado. Las pertenencias de los civiles aún estaban esparcidas en el interior de la cabina, y en el parabrisas aún había flores secas con una cinta negra. Niños y adultos se detienen ante este coche durante mucho tiempo, observando cada detalle.

Share this...
Facebook
Twitter
Share this...
Facebook
Twitter

El historiador de arte, Illya Levchenko explica claramente que es importante separar el arte de la cultura. El arte es un componente de la cultura junto a la vida cotidiana, las tradiciones, los valores y el estilo de vida de cada nación. El arte influye en la cultura, y la cultura, a su vez, forma a la persona.

El escritor Andriy Kurkov añade un buen comentario sobre las peculiaridades de la sociedad rusas:

— La ley de la fuerza y violencia siempre ha existido en Rusia, especialmente en las provincias. Hace poco el tema de la injusticia social era popular en la cinematografía rusa (se refiere al cine de autor de la última década. — Ed.). Las películas se hicieron para el espectador extranjero, recibieron varios premios en los festivales internacionales. Mientras tanto, en Rusia nadie veía esas cintas, ya que los rusos no tenían y no tienen demanda de justicia porque nadie ahí cree en ella. Eso significa que la injusticia en Rusia es la normalidad. Y ahí donde la injusticia se vuelve normalidad, todos los intentos de conseguirla son tradicionales.

La diferencia entre lo que Rusia transmite al exterior y la forma en la que el arte afecta al público nacional es enorme. Por ejemplo, si la sociedad occidental percibía las obras rusas como un misterioso fatalismo de Europa del Este, para los rusos sólo reforzaban la confianza en que el “pequeño hombre marginal” no decide nada en el gran mundo. Y que es mejor obedecer al más fuerte que luchar y morir. El arte ruso se convirtió en una tapadera para la propaganda rusa, y la propaganda, a su vez, se convirtió en la base de la guerra y la agresión.

Dos mujeres de mediana edad (aparentemente rusas) están en la cola en una cafetería vienesa:

— ¡Oye, señorita! — una de las mujeres se dirige a la camarera del buffet en ruso.

La trabajadora del establecimiento pone cara de confusión y sigue adelante.

— ¿No entiende o qué? — pregunta la mujer a su compañera en ruso.

La ocupación a largo plazo de Rusia de los países que formaban parte de la esfera de influencia del imperio ruso, y más tarde de la Unión Soviética, llevó el idioma ruso al estatus de idioma internacional, dando a los rusos la confianza de que deberían ser entendidos en todas partes. En cambio, en la comunidad europea se formó la creencia de que es suficiente saber ruso para comprender a toda Europa del Este. Rusia se aprovechaba de esto, difundiendo narrativas propagandísticas en todo el mundo. Con el inicio de la invasión a gran escala, finalmente los ucranianos aclararon su deseo de liberarse de la lengua rusa como uno de los símbolos de la agresión. Para los rusos, la lengua se ha convertido en uno de los marcadores del territorio: si aquí se habla ruso, entonces consideran literalmente estas tierras como su territorio, y por lo tanto, en su opinión, tienen derecho a invadir esa tierra e imponer ahí sus propias reglas.

El activista lingüístico de Lviv, Svyatoslav Litynskiy, explica:

— En 2021, se realizó un censo de la población de Ucrania: se preguntó a la gente qué lengua consideraban como materna. Y si dibujamos un mapa basado en esta encuesta, el 90% de los territorios, donde parte de la población consideraba el ruso como su lengua materna, están actualmente ocupados. Podemos ver que la frontera lingüística corresponde casi completamente (+/- 20 km) a la línea del frente. Y que nuestras tropas nos protegen con la misma fuerza que la lengua ucraniana.

Añade que en 2012, la cantidad del uso de la lengua ucraniana en el espacio público comenzó a disminuir rápidamente. En particular, desaparecieron los portátiles con teclado ucraniano. Fue aprobada la ley de Kolesnychenko-Kivalov (en vigor desde 2012 hasta 2018), que prácticamente ponía la lengua ucraniana a un nivel secundario. Svyatoslav dice que en aquel momento sintió que el gobierno de entonces aspiraba a conservar la mentalidad de Ucrania como una colonia de Rusia. Había que luchar con ello, ya que al principio los imperios presionan la cultura de las naciones y luego viene el ejército.

A principios de los 2000, Lviv fue una de las pocas ciudades donde se podía sumergirse completamente en el espacio ucranianohablante. En aquellos años ocurrió una tragedia en la ciudad, estrechamente relacionada con la cuestión lingüística. Asesinaron al compositor ucraniano Ihor Bilozir tras un conflicto en una de las cafeterías locales. A las personas de la mesa de al lado no les gustó que el artista nacional cantara canciones ucranianas con sus amigos. Su canto apagaba el “blatnyak” ruso (*género de canciones rusas que se basan en los temas de la clase baja urbana y la subcultura criminal), que escuchaban los visitantes de la cafetería. Las fuerzas de seguridad pararon el altercado verbal y cuando todo el mundo se fue, el compositor y su amigo, que ya estaban de camino a casa, fueron atacados por desconocidos. Ihor fue golpeado hasta la muerte. Más de 100 mil personas acudieron a su funeral. Los asesinos fueron castigados, pero este suceso cimentó durante mucho tiempo la sensación de que se puede morir por la lengua ucraniana en Ucrania (!).

Durante la ocupación soviética (1944-1991), Lviv fue poblado con un gran número de familias de militares rusos, entre ellos los representantes de NKVD. Entonces, Lviv se convirtió en una ciudad predominantemente rusohablante durante muchos años, pero ya a partir de los años 60 del siglo XX, los ciudadanos de las poblaciones más cercanas se mudaron a la ciudad, devolviendo a Lviv su lengua ucraniana materna.

El centro principal de la diáspora rusa en Lviv fue la Sociedad en nombre del O. Pushkin, que estuvo activo desde 1996 hasta 2017. Detrás de las paredes del centro ruso se discutía regularmente la necesidad de la recuperación del Imperio Ruso y se cuestionaba la existencia de la nación ucraniana. El busto de Pushkin en la fachada del edificio fue una buena tapadera para la actividad antiucraniana del centro, ya que las figuras culturales no se percibían como aquellas que pueden perjudicar al estado. Hoy en día, el edificio renovado alberga el centro de veteranos “la Casa del Guerrero”. Aquí, los veteranos y sus familias reciben asistencia social, jurídica y psicológica, y se llevan a cabo diversos proyectos para jóvenes. En la fachada no queda ni rastro de Pushkin.

Share this...
Facebook
Twitter
Share this...
Facebook
Twitter

Durante los últimos 400 años, Rusia cometió un lingüicidio de la lengua ucraniana. La circular de Valuev de 1863 destruyó por completo la publicación de libros en ucraniano, ralentizando el desarrollo de la literatura ucraniana por mucho tiempo. El decreto de Ems de 1876 dificultó aún más las cosas, prohibiendo el uso de la lengua ucraniana en todos los espacios públicos (teatro, iglesia, música, etc.), y prohibiendo prácticamente por completo la edición e importación de libros en ucraniano.

— ¿A cuánto están los pe… pep…ay, los pepinos? — un hombre de mediana edad intenta hablar en ucraniano en el Pryvoz de Odesa, uno de los mercados de alimentos más antiguos de la ciudad, situado en su centro histórico.

— Tantos años nos imponían el idioma katsapo (*despectivo para la lengua rusa) que ya no me acuerdo del mío.

— Yo también quiero empezar a hablar en ucraniano, pero me da vergüenza, — añade la mujer que está a su lado.

Ya en el siglo XIX, el escritor, crítico literario y traductor austríaco, Karl Emil Franzos (nacido en Halychyná, vivió 10 años en Ucrania), describía a Odesa como una ciudad europea. Según él, allí se podía encontrar a representantes de cualquier etnia. Sobre todo, la lengua ucraniana y las canciones se oían a menudo en las calles de la ciudad: “¡Hey, cosacos! ¡Hey, cosacos! ¿Oís la llamada de vuestro hetman?… Así es como cantan la canción guerrera con la que sus padres lucharon en su día contra la embestida de un enemigo mortal”. El francés hablaba de los ucranianos como de una nación que quizás fue la que más sufría por la agresión de sus países vecinos. Sobre todo, del imperio ruso.

Ya en el siglo XX era casi imposible escuchar la lengua ucraniana en Odesa. El estable estereotipo creado por el gobierno soviético — “todos los que hablan en ucraniano son gente del pueblo, y los verdaderos ciudadanos son rusohablantes” — funcionaba perfectamente. Sin embargo, hubo, por supuesto, intentos de resistir a la rusificación total. Por ejemplo, desde 2009 se celebra el festival de la cultura ucraniana “Vyshyvankoviy festival” para el Día de la Independencia, desde 2016 se celebra el festival-concurso de la canción ucraniana para niños y jóvenes de la ciudad “En las alas de las canciones – de la antigüedad a la modernidad”, etc. Hoy en día, después de la invasión a gran escala, Odesa se vuelve cada vez más ucranianohablante. Los ciudadanos cuentan con la ayuda de diferentes clubs de conversación, algunos de los cuales aparecieron justo después del 24 de febrero.

— Demoleréis a Catalina, ¡¿y qué habrá en su lugar?! — responde una mujer de Odesa cuando se le pregunta sobre la necesidad de demoler el monumento a la emperatriz rusa en el centro de la ciudad. Catalina II es una figura histórica que provoca fuertes disputas entre los habitantes de Odesa. La emperatriz rusa de origen alemán destruía sistemáticamente la identidad ucraniana: eliminó a los cosacos, convirtió a los ucranianos en siervos, reescribió la historia ucraniana y prohibió la cultura. Además, Catalina II nunca estuvo en Odesa y murió dos años después de que los cosacos ucranianos conquistaron la ciudad.

La imagen de Catalina II sigue siendo explotada activamente por los propagandistas rusos. El monumento a la emperatriz apareció en Odesa en 1900. Veinte años después, el gobierno soviético lo desmontó. El pedestal fue restaurado después de 87 años, en 2007. Curiosamente, ese mismo año Putin pronunció su famoso discurso de Múnich en el que realmente anunció un curso de confrontación con Occidente y el deseo de recuperar el imperio ruso. Además, ese mismo año se instaló en Kyiv el monumento al escritor ruso y ucranianófobo, Mijaíl Bulgakov. Un año después, Rusia atacará Georgia, y en otros seis a Ucrania. Mientras tanto, el monumento a la emperatriz rusa todavía sigue en Odesa como marcador de las usurpaciones imperiales. La cuestión de los “monumentos” es actual no solo en Odesa, sino en todo el país, que sigue teniendo muchos de esos artefactos del pasado imperial y soviético.

Share this...
Facebook
Twitter
Share this...
Facebook
Twitter

Como resultado de la prolongada política colonial de la Federación Rusa hacia Ucrania, a veces es difícil determinar claramente qué exactamente era ucraniano y qué era ruso en el arte soviético. En los tiempos soviéticos, la cultura ucraniana se encontró en las condiciones de un exterminio sistemático planificado: se anhelaba eliminar y rusificar cualquier diferencia nacional.

Rusia, que durante siglos oprimió la cultura ucraniana, imponiendo la idea de su inferioridad tanto al mundo como a los propios ucranianos, cumplió parcialmente su objetivo. Por desgracia, el exterminio de los representantes de la inteligencia ucraniana y sus logros, y los intentos sistemáticos de rusificar todos los niveles de vida de los ucranianos, ha pasado factura. Hasta 2014, el mito de la grandeza de la cultura rusa se mantuvo en la sociedad ucraniana. Y aunque quizás Ucrania fue el país que más sufrió esa agresiva política colonial, eso no significa que la cultura de otros países esté a salvo. Al comenzar la guerra a gran escala, la Federación Rusa mostró finalmente al mundo sus verdaderas intenciones y métodos con los que la “Gran Rusia” modeló a su país.

Casi medio año de guerra a gran escala entre Rusia y Ucrania está empezando a cansar al mundo. En cambio, cada vez aparecen más discursos sobre la no implicación de la cultura rusa en la guerra. Y esto es exactamente con lo que cuenta el país agresor. La cancelación de la cultura rusa es un elemento de autodefensa de todo país cuya identidad es usurpada por Rusia, un frente de trabajo poderoso que también requiere mucho esfuerzo y cohesión. La enfermedad del imperialismo está tratando de extenderse, y está en nuestro poder eliminarla.

Con el apoyo de

El proyecto se realiza con el apoyo de la ONG “Lviv Media Forum” y la Unión Europea en el marco del programa Casa de Europa.

El material ha sido preparado por

Fundador de Ukraїner:

Bogdán Logvynenko

Autora,

Fotos:

Mariam Shelia

Jefa de redacción en ucraniano:

Natalia Ponedílok

Editorial:

Anna Yabluchna

Fotos:

Vitaliy Gnidyi

Cámara:

Oleksiy Krasavin

Anton Ryzhyh

Director de montaje,

Cámara:

Andrii Pryimachenko

Ingeniero de sonido:

Victor Kormanovskiy

Locutor:

Pavlo Golov

Editor de fotos:

Yurii Stefanyak

Diseño de gráfica:

Oleksandr Komyakhov

Traducción:

Victoria Dimitraki

Administradora de contenido:

Yana Rusyna

Traducción:

Samira Suleimanova

Edición de la traducción:

Svitlana Kazakova

Ukraïner es apoyado por

Hacerse socio

Sigue la Expedición