Share this...
Facebook
Twitter

«Oíd la voz de Mariúpol» es una serie de historias de personas que consiguieron salir de la ciudad sitiada. Continuamos la serie con una conversación con María, que presenció los ataques aéreos al Teatro Dramático el 16 de marzo. Después de esto, la chica decidió salir de la ciudad a toda costa y salvar a sus seres queridos.

María es comunicadora y actriz. Después de graduarse en la facultad de periodismo, la chica se unió al equipo del Teatro Popular de Mariúpol «Teatromania» y trabajó en el teatro durante los siguientes seis años. Además, contribuyó al desarrollo del Centro Cultural y Turístico «Vezha» («Torre») y dirigió recorridos turísticos por Mariúpol, porque conocía bien la ciudad (María es una residente de Mariúpol de cuarta generación). Según ella, allí están acostumbrados a las explosiones desde 2014, ya que la ciudad se encuentra cerca de la línea de demarcación. Pero el 24 de febrero, ninguno de los residentes de Mariúpol se imaginó lo que ellos y su ciudad tendrían que vivir.

— El viaje de Mariúpol a Lviv nos tomó 12 días. En el camino me acordé del tren Mariúpol – Lviv, que demora más de un día. Creo que es el trayecto más largo de Ucrania. El año pasado nos fuimos de vacaciones en él, tuvimos un trasbordo en Lviv. En aquel entonces nos pareció que era estresante. Pero esta vez pensé: ¡qué maravilloso fue aquel tren! Porque 12 días es completamente diferente. Pues cada vez duermes en un lugar distinto, estás rodeado de otras personas, autobuses y caminos.

Cuando llegamos a Lviv, nos instalamos en el Teatro de Títeres de Lviv. Y lo primero que noté fue el techo de cristal. Porque yo estaba en el Teatro Dramático en Mariúpol cuando se derrumbó. Después de algo así empiezas a notar las cosas que podrían ser potencialmente peligrosas para tí. Por ejemplo, un espejo, ventanas grandes o algo así.

Share this...
Facebook
Twitter
Share this...
Facebook
Twitter

Todos los días en el teatro nos despertábamos, nos lavábamos la cara y nos cepillábamos los dientes. Y después íbamos a la ciudad para hacer algunos trámites. Era tan raro. Ya no tienes ni casa, ni trabajo, pero resulta que, aún siendo temporalmente desplazado, tienes suficientes cosas que hacer. En primer lugar, tenía que encontrar algo de ropa. Porque vine con una mochila, un portátil y documentos. Y es todo, nada más. Llegamos con ropa de invierno, porque cuando salimos de Mariúpol estaba nevando. Llegamos a Lviv, y aquí ya era primavera. Y yo, con botas altas de invierno. Así que ahora todo lo que llevo puesto es de la sede de ayuda humanitaria. A excepción de los calcetines. Ya tienen agujeros, los he cosido varias veces, pero no quiero tirarlos a la basura porque son de Mariúpol.

Cuando salimos de la ciudad, lo más importante para mí era salvar a la gata. Cuando bombardearon nuestro apartamento, la gata se asustó, se metió debajo del armario y no quería salir. Pero finalmente decidimos dejar el apartamento, así que tuvimos que sacarla de alguna manera. Entonces estiré mi mano. Y ella… — todavía tengo cicatrices. Y le digo: «Oye, gata, Putin me ha arañado menos que tú».

La sostuve en mis brazos casi durante todo el camino. Estaba estresada y bajó de peso: bajó un kilo, para ella es mucho. Y entonces llegamos a Lviv: nos relajamos y la dejamos libre. Recorría libremente el teatro. Pero una noche sonó la alarma antiaérea y todos empezaron a bajar al refugio antibombas cerca de la sala de cámara. Llevamos a la gata con nosotros, pero de repente se escapó.

¡Qué estupidez! Salvar a la gata de Mariúpol para luego perderla en Lviv. Mi madre estaba agravando la situación en ese momento, diciendo: «Probablemente, se escondió para morir allí». (Como normalmente hacen los gatos). Entonces pensé que era como en la película «Ver París y morir». Solo que para mi gata era ver Lviv. Pero todo salió bien. Más tarde la encontramos debajo del escenario de la sala de conciertos, la escuchamos maullar. Por eso, los días siguientes, cuando íbamos a los Centros de la Asistencia Administrativa, la llevábamos a todos lados con nosotros.

En Mariúpol, hasta el 10 de marzo, salíamos a la calle todos los días a buscar comida, pero había gente que no salía de su apartamento o sótano, porque tenían mucho miedo. Ibas por la ciudad y entendías que muchos lugareños estaban histéricos. Por ejemplo, la mitad de las mujeres que encontrabas en tu camino, lloraban y temblaban. Pero tú seguías de largo, escuchabas los disparos por allí y por allá, pero necesitabas agua. No tenías otra opción. Mucha gente no diferenciaba los sonidos: si era, digamos, nuestra artillería disparando contra los rusos, o viceversa. Se asustaban literalmente por todo. Pero nosotros entendíamos cuando eran los nuestros, por ejemplo. Entonces estamos a salvo. Una vez, mi madre y yo estábamos haciendo fila para el agua. De repente, se escuchó el ruido de nuestra artillería. La mitad de la fila simplemente cayó al suelo. Y nosotras: «Pero son nuestros. ¿Acaso son estúpidos o qué?» Esta es la buena artillería. La única artillería del mundo a la que puedes no temer es la ucraniana. A menos, por supuesto, que seas un soldado ruso.

El día que bombardearon el Teatro Dramático, fui a visitar a mi tío, que vivía cerca. No teníamos noticias de él, así que decidí visitarlo. Todo estaba bien con él. Sólo me pidió que fuera a traerle el agua de los pozos. Y desde allí se ve Azovstal por completo. Miro, y hay aviones ahí: bum-bum-bum. Me apoyé contra el edificio más cercano porque sabía que iba a caer una bomba. Y así sucedió: sonó la explosión y el avión siguió volando. Me acerco al teatro, y está destruido. Al principio no podía armar este rompecabezas. Veo que no hay techo. Veo gente esparcida por el parque. Un montón de heridos alrededor mío. Gritos. Parte del teatro está en llamas, y estoy parada allí y no logro procesarlo: yo había estado allí.

Y de repente en mi cabeza: ¡mi familia está en el teatro! Corro a la parte del edificio más cercana que no estaba destruída, pero no estaban allí. Entonces empiezo a correr y a gritar, a gritar como una loca. Afortunadamente, resultó que estaban en aquellas partes del teatro que no se derrumbaron. Bajaron al refugio antiaéreo, desde donde había varias salidas a la calle. Entonces se quedaron allí, llamándome y preguntándome si estaba herida, porque pensaron que estaba en el parque en el momento de la explosión. Porque muchas personas que no estaban dentro del edificio en ese momento resultaron gravemente heridas por la explosión. Pero todos los míos estaban bien.

Después de eso, comenzaron a disparar con artillería. En ese momento, el incendio se fue expandiendo cada vez más. Así que la gente empezó a gritar que tenían que salir. Pero la plaza también fue bombardeada, era peligroso permanecer en ella. Así que todos corrieron a la filarmónica cercana. Pero igual la bombardearon con el lanzacohetes múltiple Grad. Entonces finalmente nos convencimos de que mi familia y yo teníamos que encontrar la manera de salir de la ciudad. Así que al día siguiente caminamos hacia el pueblo de Melékine.

No tuve la sensación de que estuviéramos abandonados en Mariúpol. Escuché artillería ucraniana. Hubo combates. Muchos de mis conocidos y amigos de Mariúpol son militares. Y entendí claramente que estas personas, incluso si recibieran tal orden, no abandonarían su ciudad natal. Incluso diré: es más probable que Mariúpol abandone a alguien que alguien abandone a Mariúpol. Mientras estuve en Mariupol, estaba más preocupada por lo que le estaba pasando a Ucrania en general. Cuando llegamos a Zaporiyia, finalmente vi por primera vez un mapa de las hostilidades y los territorios ocupados. Entonces todo se derrumbó dentro de mí. ¡Pues era la franja costera entera, toda la región de Jersón! Solo pensé: ¡caramba!

Después de llegar a Lviv, fue, por supuesto, aterrador estar de nuevo en un teatro. Pero si los rusos alguna vez me han bombardeado, eso no significa que ahora dejaré de ir a los teatros. Han pasado tantas cosas terribles en mi vida últimamente que si me fijo en cada cosa que me afecta, no podré salir de la casa. Ahora hay muchos de estos factores desencadenantes. Mi lugar más seguro en Mariúpol era el pasillo. Ahora, cuando entro en algunos pasillos, siempre miro si es apto para dormir allí. Ya es una costumbre. Lo otro son los sonidos. En Lviv, son ante todo, los de tranvía. Este sonido, especialmente cuando el tranvía pasa por los adoquines de la parte antigua de la ciudad, es idéntico a una descarga de Grad. Un «tu-du-du-du».

Después de todo lo que he pasado, creo que es mejor prepararse para lo peor que creer que te sucederá un milagro. Aunque, por otro lado, me parece que este milagro realmente me sucedió a mí. Y en general, mi familia y yo somos personas muy optimistas. En Mariúpol intentábamos bromear todo el tiempo y cantábamos mucho. Bromeábamos de que las ventanas dañadas de nuestro apartamento tendrían que ser reparadas por Shoigu. Se recuperará un poco después del infarto y llegará a ponernos nuevas ventanas y puertas. O, digamos, la artillería rusa está funcionando y nosotros, cantando en el pasillo: «No busques las flores de ruda roja por las noches». Y a menudo imaginábamos cómo debería ser la muerte de Putin. La mejor opción que inventamos fue hacer que cayera una gran losa de hormigón en su búnker en el Ural. Que no tuviera luz, comunicaciones, calefacción, ni comida. Y finalmente, que nadie ni siquiera fuera a buscarlo.

Esta guerra es de supervivencia. Mientras los colaboradores de Putin permanezcan en nuestro país, tenemos todas las posibilidades de convertirnos en el segundo Israel. Tenemos que sacar conclusiones de nuestra falta de preparación y seguridad. Y seguir trabajando para el Ejército, el Ejército y una vez más el Ejército. Además, durante ocho años hemos perdonado a las personas que se permitieron decir algo malo sobre Ucrania y sobre el idioma ucraniano. Pero ya basta. «Maleta, estación de trenes, Rusia». Todas estas personas que en sus pensamientos han estado soñando con el «mundo ruso»… es por eso que tenemos lo que tenemos, por esos pensamientos, aunque suene terrible… Todas ellas deberían ser castigadas. Si te permites tales pensamientos, eres un peligro para nuestro país. Por lo tanto, no puede haber lástima por estas personas. Si no estás con Ucrania, si no eres capaz de aprender el idioma, nuestra historia y darte cuenta de dónde estás y quién eres, lárgate de aquí. Que se vayan todos.

El material ha sido preparado por

Fundador de Ukraїner:

Bogdán Logvynenko

Autora:

Ksenia Chikunova

Autora,

Ingeniero de sonido:

Katia Polivchak

Editorial,

Entrevistadora,

Productora,

Fotos:

Jrystyna Kulakovska

Cámara:

Orest Ilchyshin

Director de montaje:

Nazar Antonishin

Dirección:

Mykola Nosok

Editor de fotos:

Yurii Stefanyak

Diseño de gráfica:

Mariana Mikytyuk

Transcripción:

Víctor Perfetsky

Transcripción:

Anna Yemeliánova

Galyna Réznikova

Diana Stukán

Administradora de contenido:

Yana Rusyna

Traducción:

Alla Mialo

Nadiia Vasylchenko

Sigue la Expedición