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El secuestro de niños es un delito de la Federación Rusa, que a menudo pasa desapercibido tras el bombardeo diario de las ciudades ucranianas. Sin desdeñar ningún método para destruir a los ucranianos como nación, el país terrorista está reeducando a sus representantes jóvenes para convertirlos en sus propios ciudadanos. De esta manera, los niños ucranianos no solo se convierten en rehenes del imperio, sino también en sus víctimas. Los métodos de la rusificación son diversos: la “reeducación” mediante la educación, la cultura y la religión.

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El material contiene enlaces a páginas web rusas, que se pueden ver a través de VPN.

Niños como prisioneros de los imperios

Lo que la Federación Rusa está haciendo ahora con los niños ucranianos ya ha ocurrido en historia: la Alemania nazi y la China moderna son ejemplos de cómo la asimilación de los niños se convirtió en política de estado.

Germanización a cualquier precio

Alemania, que poco a poco se recuperaba de la Primera Guerra Mundial, a mediados de la década de 1930 experimentaba un descenso de la natalidad, ya que habían muerto muchos hombres y la economía aún no se había recuperado. Para reclutar nuevos soldados de Wehrmacht (las fuerzas armadas de la Alemania nazi), la propaganda fue dirigida a las mujeres, exigiéndoles que se centraran en la maternidad. Se crearon organizaciones para prestar asistencia a las familias: “Madre e hijo” y “Lebensborn”, que traducido del alemán significaba “Fuente de vida”. Las mujeres solteras podían dar a luz en centros de acogida y, tras el parto, el estado se hacía cargo de ellas y de sus hijos.

Sin embargo, la base de la actividad de estas organizaciones no era en absoluto la caridad: ante todo, servían a las ideas raciales de Adolf Hitler y Heinrich Himmler (Reichsführer de las SS, es decir, el líder imperial de las unidades militares). Sí, ambos progenitores debían cumplir todos los “criterios de la raza nórdica”. Se animaba a quedarse embarazada de los miembros de los escuadrones de protección de las SS (de la abreviatura alemana Schutzstaffel), llamados a cumplir la “honorable misión” de inseminadores.

Ideología racial de los nazis
La ideología de los nazis preveía la formación de una raza de personas de “primera clase”, que incluía a los alemanes de tipo nórdico (de piel pálida, pelo rubio y sin “mezcla” de otras razas), con el objetivo de restablecer la supuesta justicia histórica y hacerlos dominar en el mundo.

Una de las principales actividades de “Lebensborn” fue la germanización de niños menores procedentes de otros países. En los estados ocupados, se seleccionaban niños con apariencia aria, se transportaban a Alemania y se entregaban a los alemanes para su educación.

Por ejemplo, se llevaron a niños de Eslovenia, cuyos padres fueron fusilados por ayudar a partisanos, y cuyas madres fueron enviadas a campos de concentración. Pero el mayor sufrimiento se infligió a los niños polacos, porque Heinrich Himmler pretendía destruir por completo la identidad de los polacos. El hecho es que tras la ocupación de Polonia, los polacos se resistían continuamente, convirtiéndose en una “espina en la garganta” del Reich. A los niños se les daban nuevos nombres alemanes, la fecha de nacimiento se fijaba a discreción en los documentos y el lugar de nacimiento se indicaba en la ciudad polaca de Poznan, ya que era de allí de donde “Lebensborn” más a menudo se llevaba a los niños. Así ocultaban sus verdaderos orígenes.

Las consecuencias de los delitos de esta operación son investigadas, en particular, por la moderna asociación “Niños secuestrados. Víctimas olvidadas” (en alemán: Geraubte Kinder — Vergessene Opfer). Esta, junto con otras organizaciones, proporciona los siguientes datos sobre el número de niños secuestrados y “reeducados”:

– Polonia: más de 200 000;
– Bohemia y Moravia (territorio de la actual República Checa): 1000;
– Eslovenia: 1100;
– URSS: 20 000.

China. Genocidio

Desde 2014, el gobierno chino, dirigido por el secretario general del Partido Comunista de China (PCCh), Xi Jingping, encarcela a los musulmanes túrquicos (uigures y kazajos) sin ningún juicio realizado anteriormente. Se trata de los pueblos indígenas de China que, tratando de preservar su autenticidad, no hablan la lengua del estado y preservan su religión en un estado ateo. Desde luego, esta postura no conviene a la élite gobernante, que intenta de todas las formas posibles “ajustarlos” a sus demandas.

Desde 2017 hasta 2022, se encarcelaron más de un millón de personas — es la mayor detención de comunidades étnicas y religiosas desde la Segunda Guerra Mundial. El gobierno Chino niega la existencia de los campos, llamándolos “centros de transformación a través de la educación”. Pero las personas que llegan allí no tienen derecho a apelar esta decisión.

El gobierno detiene arbitrariamente a los uigures en los campos, los trata con crueldad, les impone sus opiniones políticas, los castiga con trabajos forzados, suprime las ceremonias religiosas, realiza esterilizaciones, anticoncepción y abortos forzados. Como resultado, de 2017 a 2019, la tasa de natalidad en las regiones predominantemente uigures de Jotán y Kasgar cayó casi un 60%. Miles de mezquitas fueron destruidas o dañadas, y cientos de miles de niños fueron separados a la fuerza de sus padres y enviados a internados.

Muchos padres uigures estudiaban o se ganaban la vida en el extranjero, dejando a sus hijos al cuidado de familiares en su región natal o en Sinkiang. Fue esta la región que “cayó en desgracia” en 2014, cuando China anunció públicamente una “guerra popular contra el terror” y medidas relacionadas para combatir el “extremismo religioso”. Una campaña de detenciones masivas y represión sistemática impidió a los padres uigures regresen a China para cuidar ellos mismos de sus hijos. Asimismo, sus hijos no pueden salir de China para reunirse con ellos en el extranjero.

La tragedia de las familias en Sinkiang que fueron separadas a la fuerza es solo uno de los crímenes étnicos de China. La asimilación gradual de los uigures y otros grupos étnicos musulmanes es una política imperial de exterminio de los pueblos subyugados. Llevamos siglos observando historias similares en Ucrania, solo que con la participación de otro país agresor.

Rusificación de los ucranianos

Tiempos imperiales

La política de rusificación de los ucranianos se volvió sistemática desde la segunda mitad del siglo XVIII. El Imperio Ruso empezó la centralización activa: pretendía integrar todas las naciones “pequeñas” de su composición en un solo país.

Gracias a ello, los fabricantes y comerciantes “granderrusos” empezaron a recibir preferencias y formaron un monopolio estatal. Más tarde, las formas de gestión y uso de la tierra empezaron a imponerse también en Ucrania, y la gran parte de los campesinos rusos acabaron en sus fronteras orientales. Además, la ortodoxia rusa fue proclamada religión principal, y el poder judicial y la ley de Ucrania también fueron suplantados gradualmente. De esta manera, el idioma ruso, reforzado por prohibiciones y decretos de censura contra el ucraniano, invadió todas las esferas de la vida pública. En los centros de enseñanza superior, la lengua rusa se estudiaba en los cursos, porque su conocimiento se volvió obligatorio para los funcionarios.

El 18 de julio de 1863 se firmó la secreta circular Valúev, que prohibía la impresión de los trabajos científicos en ucraniano, censuraba la literatura y prohibía las escuelas dominicales.

Trece años más tarde, en 1876, se firmó el edicto de Ems, que suplantó el idioma ucraniano de la vida eclesiástica, la música, el teatro y la impresión de los libros.

Durante el reinado de Alexander III (1881–1894), la política de destrucción de todo lo ucraniano alcanzó su punto álgido más alto. Es en esa época cuando se emitió el decreto que prohibía bautizar a los niños con los nombres ucranianos. A los recién nacidos se les privaba de antemano del derecho a la identificación ucraniana. La política de control sobre la persona desde la edad más joven se conservará incluso en el período soviético.

Tiempos soviéticos: homo soveticus

A pesar de que la asimilación a un único pueblo ruso comenzó en los tiempos imperiales, su idea y nombre finalmente se cristalizaron en el período de la ocupación soviética. La expresión “pueblo soviético” apareció a mediados de la década de 1930. Durante este período, el régimen estalinista luchó activamente contra el “nacionalismo burgués”, pero, en realidad, continuó privando de sus derechos a los pueblos no rusos. Desde entonces, el concepto de “pueblo soviético” se volvió principal en las actividades prácticas de las autoridades. En la década de 1970, se repitió cada vez con más frecuencia.

La idea del “pueblo soviético”
“En la URSS se ha formado una nueva comunidad histórica de personas de diferentes nacionalidades, que tienen rasgos característicos comunes, una Patria socialista común — la URSS, una base económica común, una economía socialista, una estructura social y de clase común, una visión común — el marxismo-leninismo, un objetivo común — la construcción del comunismo, muchos rasgos comunes en la faz espiritual, en la psicología” (Del discurso de Nikita Jrushchov en el XXII Congreso del PCUS, 1961).

Para mezclar naciones diferentes, las autoridades soviéticas estimulaban la emigración, creaban equipos de trabajo multinacionales e imponían una lengua común. El único idioma internacional en una sociedad así era el ruso, por lo que los niños nacidos en este período no tenían ninguna alternativa.

Ya en los años 1958–1959, una minoría absoluta de niños estudiaba en su idioma natal en las grandes ciudades ucranianas: en Ivano-Frankivsk — 39,4%, en Kyiv — 26,8%, en Dnipró — 17,4%, en Odesa — 8,1%, en Lugansk — 6,5 %, en Járkiv — 4,1%, en Donetsk — 1,2%. Como resultado, mientras que en 1970 en las ciudades de la RSS de Ucrania sólo el 7,4% de la población no hablaba ruso, el 30,6% no hablaba ucraniano. Los ucranianos que vivían en las ciudades y consideraban el ruso su lengua materna eran una vez y media más que los rusos (45,1% y 30,2%, respectivamente).

Después de la Segunda Guerra Mundial, la asimilación también se produjo a través de millones de huérfanos, que fueron distribuidos en orfanatos de diversas repúblicas, registrados como rusos, dándoles apellidos característicos: “Ivanov”, “Petrov”, “Sidorov”, etc.

El autor del libro “Dos mundos de la infancia. Niños en los EE. UU. y la URSS” (1976), el psicólogo estadounidense Urie Bronfenbrenner describió los métodos soviéticos de educación como “poderosos, eficaces y elaboradamente desarrollados”. Señaló que esta educación tiene un objetivo claro: formar la moralidad comunista. “La disciplina en el colectivo se acepta incondicionalmente, por estricta que sea, desde el punto de vista de los estándares occidentales”, el psicólogo admiraba el comportamiento de los niños soviéticos.

Las autoridades soviéticas crearon un sistema que educaba a los niños como patriotas devotos, activos constructores de la sociedad comunista e internacionalistas. Esto se consideraba el deber más importante y honorable de la familia soviética hacia el pueblo y el país. Pero el internacionalismo en esta idea era el dominio total de lo ruso.

En 1958, en Moscú, el Partido Comunista adoptó una resolución sobre la transición de las escuelas ucranianas a la educación en ruso. Un año después, la Rada Suprema de la RSS de Ucrania adoptó una resolución correspondiente y aprobó la ley “Sobre el fortalecimiento de la conexión entre la escuela y la vida y sobre el desarrollo posterior del sistema de educación pública en la RSS de Ucrania”. Desde entonces, estudiar el idioma ucraniano no fue obligatorio. El partido lo justificó como “la demanda de padres e hijos”, pero en realidad erradicó a propósito todo lo ucraniano. Disminuyó el número de escuelas con educación en ucraniano, se ignoró el aprendizaje de la lengua y la literatura ucranianas en las escuelas rusas, se redujo el número de horas de enseñanza de la literatura y la lengua ucranianas en los centros de enseñanza secundaria especial.

En la RSS de Ucrania se estudiaban en ucraniano: en el curso de 1959–1960 — 70,6% de los alumnos, en 1970–1971 — 60,4%, en 1976–1977 — 57,8%. En ruso, respectivamente — 28,6%; 38,8%; 41,3%. El mayor número de escuelas en ruso se encontraban en los centros regionales e industriales. En particular, en 1974, en Voroshilovgrad, de 54 escuelas, la educación se impartía en ruso en 51; en Zaporiyia — en 80 de 99; en Járkiv — en 139 de 144; en Kyiv — en 106 de 222; en las ciudades de Zhdánov, Makíivka, Rubizhne, y algunas otras ciudades, la educación se impartía en ruso en todas las escuelas. Y en 1987, el 73,7% de las escuelas de los centros regionales enseñaban en la lengua del vecino norteño.

La situación era la misma en la enseñanza especial superior y secundaria. Según las normas de la época, uno de los exámenes selectivos era el de lengua y literatura rusas, lo que colocaba a los recién graduados de las escuelas ucranianas en una posición de desigualdad frente a los que estudiaban en ruso. Los exámenes de las asignaturas especializadas también se aceptaban solo en dicha lengua.

Tras la Segunda Guerra Mundial, los países del campo socialista también se rusificaron en mayor o menor medida, sobre todo los que formaban parte de las entidades controladas por Moscú: la Organización del Pacto de Varsovia (OPV) y el Consejo de Ayuda Mutua Económica (CAME). En la mayoría de ellos, el idioma ruso se introdujo como obligatorio para el estudio.

Tiempos de independencia. Deportación de niños

Con el comienzo de la guerra de Rusia contra Ucrania, empezó a aparecer información sobre el traslado forzoso de niños al territorio del país agresor. Los primeros intentos comenzaron en 2014, y a partir del 24 de febrero de 2022, este fenómeno se volvió masivo.

El número de niños deportados varía mucho en las distintas fuentes informativas, ya que estos movimientos no pueden controlarse ni siquiera rastrearse. Así, el Comisionado de los Derechos Humanos, Dmytro Lubinets, afirmó en una entrevista con la “Voz de América” ​​que había 7 mil niños deportados a septiembre de 2022. Sin embargo, esta es solo una cifra verificada, y en realidad puede haber muchos más. Los rusos afirman que unos 119 mil niños “huyeron” a su país. El hecho del secuestro también es confirmado por el presidente de la comisión temporal de investigación de la Rada Suprema, que se ocupa de los casos de violación de los derechos de los niños, Pavlo Sushko. El declara que 557 mil niños ucranianos fueron secuestrados.

La Federación Rusa aborda el tema de la rusificación y “apropiación” de los niños de una forma bastante estratégica. En mayo de 2022, la Federación Rusa simplificó el procedimiento de adquisición de la ciudadanía para los niños que se encuentran bajo la ocupación. Esto facilita el proceso de su adopción en el territorio del país agresor.

La legislación rusa simplificada sobre la adopción contribuye a los crímenes de la Federación Rusa contra la humanidad. Cada caso de deportación de los ucranianos — de los niños y sus padres o familiares — es una violación de los documentos internacionales. En particular, del Convenio de la ONU de 1948 “Para la prevención y la sanción del delito de genocidio”, el Convenio IV de Ginebra de 1949 “Sobre la protección civil en tiempo de guerra” y el Convenio de 1989 “Sobre los derechos del niño”.

Para estimular a los rusos a adoptar niños forzosamente deportados, se les ofrece “un pago único del capital de maternidad y ayuda estatal”. Se trata de 20 mil rublos (aproximadamente 280€) al año por cada niño adoptado y unos 150 mil (aproximadamente 2100 €) por un niño con discapacidad; un niño mayor de 7 años; o la “adopción” de hermanos o hermanas.

Se sabe que solo la región rusa de Krasnodar fueron dados en “adopción” más de 1000 niños ucranianos deportados de Mariúpol. El Departamento de Asuntos de Niños y Familias de la región de Krasnodar informa de que los niños que fueron trasladados de la ciudad ucraniana bombardeada por los ocupantes rusos vivirán ahora Tiumén, Irkutsk, Kémerovo y el krai de Altái.

A las autoridades rusas no les falta el cinismo: el 26 de octubre, la Comisionada presidencial rusa para los derechos del niño, Maria Lvova-Belova, anunció que había “adoptado” a un niño secuestrado de Mariúpol. También, según ella, 350 huérfanos del este de Ucrania “ya han sido alojados en familias de acogida en 16 regiones de Rusia”.

Según los medios de comunicación ucranianos, las autoridades de ocupación trasladaron ilegalmente a un gran número de menores de Taúrica y Zaporiyia. Según los medios de comunicación ucranianos, las autoridades de ocupación trasladaron ilegalmente a un gran número de menores de Taúrica y Zaporiyia.

Los ocupantes rusos ven el secuestro de niños de las familias ucranianas como una forma de castigar a sus padres. Una tendencia notable es que entre los pequeños ucranianos secuestrados hay muchos cuyos padres participaron en la ATO y expresaron públicamente una posición proucraniana. Muchos de estos adultos fueron torturados, algunos fusilados, y sus hijos fueron enviados a Rusia para su “reeducación”.

La Federación Rusa, que envía constantemente a sus pueblos indígenas y comunidades nacionales a las guerras, se enfrenta a una crisis demográfica. La insensata pérdida de mano de obra que está sufriendo Rusia en la guerra a gran escala con Ucrania no hace más que empeorar la situación. Por lo tanto, tal reposición de su población con nueva sangre “eslava” puede considerarse tanto una forma de compensar al menos ligeramente estas pérdidas, como otra forma de exterminar la ucranianidad. Es un genocidio silencioso, muy difícil de rastrear y, por lo tanto, de castigar a sus autores. Además, la Federación Rusa utiliza a los niños secuestrados con fines propagandísticos para su público “patriótico” nacional. Por ejemplo, en junio, el asesor del alcalde de Mariúpol, Petro Andryushchenko, escribió en su canal de Telegram que los ocupantes obligaron a los jóvenes residentes de Mariúpol y representantes de la educación a aparecer en un video de propaganda, en el que tenían que cantar el himno de Rusia y las “jóvenes repúblicas”, cuya llegada supuestamente llevaban esperando desde 2014.

Nueva fase de guerra. Rusificación de los niños en los territorios ocupados

Las autoridades rusas han ido destruyendo gradualmente el idioma ucraniano desde que comenzó la guerra en el este de Ucrania. Es decir, de hecho, están cometiendo un lingüicidio. Por ejemplo, en Crimea, solo 0,1% de los estudiantes recibir educación en ucraniano. Hay una escuela formalmente ucraniana en la península, pero ni siquiera ella dispone de libros en ucraniano. En consecuencia, la cantidad de horas de estudio de la lengua y la literatura ucranianas es inferior al de las rusas. Además, los libros que se utilizaban hasta 2014 fueron destruidos masivamente. En las clases de historia, el 70% del tiempo se estudia la historia de Rusia, y el 30% — la historia mundial. La historia de Ucrania no se enseña a los niños en absoluto.

La situación es similar en los territorios ocupados de Donéchchyna. Allí, en las clases de primaria, la asignatura “Lengua ucraniana” fue sustituida por la “Lengua de las naciones de Donbás”, y la “Literatura ucraniana” por la “Lectura literaria de las naciones de Donbás”. Estos cambios fueron aceptados oficialmente por las autoridades de la ocupación. Se estudian una vez a la semana, mientras que las mismas asignaturas similares rusas se estudian a diario. En lugar de la “Historia de Ucrania”, estudian la historia del Imperio Ruso y de Donéchchyna en la asignatura “Historia de la Patria”. Y la geografía de Donéchchyna, en vez de la “Geografía de Ucrania”. Además del hecho de que el territorio de Donéchchyna está artificialmente separado de Ucrania, también cambian la percepción de toda Ucrania. Teniendo en cuenta cómo Rusia rusificó intencionalmente el este de Ucrania, es casi lo mismo que estudiar constantemente solo la historia del país invasor.

Los profesores ucranianos solo se mantienen en sus puestos si se convierten en colaboradores. A menudo no hay suficientes voluntarios para el funcionamiento de las escuelas, por lo que se nombra para sus puestos a personas no relacionadas con la educación. En las escuelas ucranianas se cuelgan banderas rusas, traen libros rusos y las clases comienzan con el himno nacional ruso. Al mismo tiempo, las llamadas autoridades de Crimea cooperan activamente con los ocupantes. En particular, se dedican a la “recualificación de los profesores de las escuelas de las regiones de la RPL, la RPD, Zaporiyia y Jersón”, envía profesores de Crimea a Jersón para “ayudar a adaptarse al sistema educativo escolar ruso”, etc.

La principal característica de la “nueva escuela” “pa-ruso” es la militarización de los escolares. Casi inmediatamente después de la ocupación de Starobilsk, en la ciudad se abrió el mayor cuerpo de “cadetes” con 400 plazas en el territorio temporalmente ocupado de la región de Lugansk. De hecho, están preparando a estos niños para su futura participación en la guerra del lado de Rusia.

Otro ejemplo de educación “militar” en las llamadas RPL y RPD son las “lecciones de ciudadanía de Donbás” para todas las clases. En estas “lecciones”, a los niños se les habla de los “grandes gobernantes del Imperio ruso”, y de que “Donbás es el corazón de Rusia”, etc.

Los profesores ucranianos en su mayoría siguen negándose a trabajar para los ocupantes, así que los rusos traen a los suyos. Más de 250 profesores aceptaron venir de distintas regiones de la Federación Rusa a los territorios ocupados ucranianos. Estos profesores impartirán las clases en ruso y, al parecer, “adoctrinarán” a los niños ucranianos con la propaganda del Kremlin, es decir, también los rusificarán. A los profesores que no aceptan este trabajo debido a la resistencia de los ucranianos y a la “inestable” situación, les ofrecen el estatus de participantes en las hostilidades y un salario más alto que en su patria. Además, incluso les chantajean con problemas en el trabajo.

Sin embargo, los profesores ucranianos que se encuentran bajo la ocupación a veces cooperan con los ocupantes (voluntariamente o bajo presión debido a amenazas contra sus vidas). Así, al 1 de septiembre de 2022, alrededor de 1000 profesores se quedaron en Mariúpol, la mayoría de los cuales han aceptado realizar cursos de “modernización”, es decir, pasar del plan de estudios ucraniano al ruso. Desde el 1 de septiembre, se ha introducido una nueva asignatura en todas las escuelas de la ciudad: “Conversaciones sobre lo importante”, destinada a “reeducar” a los niños ucranianos. En la clase se inculca a los niños el amor a Rusia y el odio a Ucrania.

Según el artículo 111-1 del Código Penal de Ucrania, un profesor que voluntariamente aplique los estándares educativos rusos, contribuyendo así al agresor, es un colaborador. El castigo son trabajos correccionales de hasta 2 años o arresto de hasta 6 meses, o encarcelamiento de hasta 3 años, con privación del derecho a ocupar determinados cargos y realizar actividades educativas durante 10–15 años.

Los rusos aplican activamente la política de rusificación e inclinación al colaboracionismo casi inmediatamente después de la ocupación de los territorios ucranianos. Para estudiar cómo reciben allí su educación los escolares ucranianos, el centro analítico Cedos realizó una investigación “La educación en los territorios ocupados de Ucrania (para el período desde el 24 de febrero hasta el 30 de abril de 2022)”. En los lugares donde continúan los combates o donde la gran mayoría de los niños de edad escolar han sido evacuados, las escuelas no funcionan en absoluto. En los edificios de algunas escuelas, las tropas rusas colocan sus puestos de mando y otras unidades. No obstante, en cuando cesan las hostilidades activas, los ocupantes comienzan activamente la rusificación de los estudiantes locales.

La rusificación es un ejemplo de la destrucción de la identidad nacional, que forma parte del genocidio de la Federación Rusa. El elemento clave de este crimen es la intención de destruir total o parcialmente a los ucranianos como grupo nacional. En tales condiciones, los niños son la categoría de personas menos protegida y más vulnerable, por lo que necesitan la mayor protección.

El material ha sido preparado por

Fundador de Ukraїner:

Bogdán Logvynenko

Autor:

Oleksandr Liutyi

Jefa de redacción en ucraniano:

Anna Yabluchna

Editorial:

María Górbach

Editor de fotos:

Yurii Stefanyak

Administradora de contenido:

Yana Rusyna

Traducción:

Marina Dovzhenko

Jefa de redacción en español,

Edición de la traducción:

Svitlana Kazakova

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